martes, 11 de marzo de 2014

Lapso de tiempo (la fina diferencia entre la velocidad y quietud)

A veces tengo la sensación de que la vida se vuela, siempre con esa molestia por el pensar que perdemos el tiempo, que no aprovechamos al máximo el tiempo. Que constante más veloz el transcurrir, el devenir . Un factor que desde niños nos insisten en que debemos ser cautos y aprender a usarlo a nuestro favor.
Aún a si creo que luego de esta vida dudo que exista una condena o la salvación, quizás sea que lo encuentro sumamente arbitrario a esa apreciación. Sin duda es una especulación de raíz religiosa, que no viene al caso discutirlo ahorita mismo. Pongamos el foco de atención en el flujo del tiempo, en los días, meses, horas, minutos, años, segundos, que se corren en desventaja muchas veces con nuestra forma de concebir el tiempo. Es muy relativo, a veces se pasa volando otra veces una hora parece como si nunca fuera a acabar.
Cómo habrá sido antes, allá en la antigüedad, en la prehistoria, donde no hay registro de que el hombre usara algo parecido al reloj. Cómo medirían la duración del día y la noche. En fin, son esas inquietudes que uno tiene sin tener muchas certezas.
El tiempo ese compañero inseparable de la vida humana. Testigo de sucesos antiguos, de florecientes imperios, de caídas estrepitosas, de la eterna lucha eterna entre el hombre y la naturaleza por el dominio del planeta tierra.

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